Biden hace concesiones a la derecha en la política de inmigración

Por JOSE MONTEROJO

A finales de enero, Biden presentó una concesión a la extrema derecha del Partido Republicano en el tema de la política de inmigración. En su propuesta, Biden pedía al Congreso que le concediera la autoridad para cerrar la frontera cuando la cantidad de incidentes de personas que intentan cruzar a Estados Unidos supere una media de 5.000 al día. La medida también endurecería las normas que deben cumplir los refugiados para solicitar asilo.

Estas políticas represivas en torno a la frontera no son nuevas para Biden, que ha seguido la política trumpista de reprimir, detener y deportar inmigrantes. Biden ya envió 1500 soldados a la frontera en mayo, cuando expiró el Título 42 de la era Trump.

El proyecto de la llamada “reforma migratoria” lleva varios meses enzarzado en negociaciones con los republicanos del Congreso. Biden y la mayoría de los demócratas habían tenido esperanzas de que el Congreso aprobara un paquete de ayuda financiera a Ucrania, Israel y Taiwán a cambio de cambiar la política de inmigración aún más a la derecha. Sin embargo, aunque los principales republicanos habían exigido como principio que la legislación sobre la cuestión fronteriza se vinculara a la legislación para las asignaciones exteriores, más tarde insistieron en que los proyectos de ley se dividieran. Ahora, la rápida aprobación de la ley de inmigración se ha estancado en el Senado, y sin duda encontrará una oposición aún más dura si se presenta ante la Cámara de Representantes, dominada por los republicanos.

Después de que Trump gano las primarias de New Hampshire, exigió que los republicanos bloquearan la propuesta fronteriza de Biden para que la aprobación de la medida no ayudara a Biden en su campaña de reelección. Durante meses, la derecha republicana, siguiendo el ejemplo de Trump, ha culpado a Biden de facilitar una “invasión” de decenas de miles de migrantes.

Los cruces fronterizos aumentaron a finales del año pasado hasta alcanzar su nivel más alto en 20 años, superando en varias ocasiones los 10.000 inmigrantes al día, mientras que las detenciones por “cruces ilegales” superaron los 2 millones durante los dos últimos años consecutivos. En uno de los pasos -Eagle Pass, Texas- los agentes han procesado en ocasiones a más de 4.000 personas al día en los últimos meses. Miles de familias inmigrantes que esperan ser procesadas se han visto obligadas a soportar frío y hambre mientras duermen a la intemperie en una zona de espera supervisada por la Patrulla Fronteriza.

Los republicanos de Texas han conseguido politizar mucho su frontera. Aunque el Tribunal Supremo dio a la Patrulla Fronteriza, una entidad federal, el derecho a quitar el alambre de cuchillas que el gobernador Abbott había aprobado en varios cruces populares del sur de Texas, las fuerzas estatales de Texas desobedecieron y pusieron más. Y cuando los agentes federales llegaron a la frontera de Texas para retirar los obstáculos que impedían el paso de los migrantes, los agentes estatales les negaron el acceso, en un tenso enfrentamiento que fue celebrado por Trump, quien añadió que los demás estados dominados por los republicanos deberían ayudar a las fuerzas estatales de Texas con sus propios guardias nacionales.

Greg Abbott se ha convertido en una auténtica pesadilla para el Gobierno federal. Abbott utiliza un recurso constitucional de Texas que le permite desplegar la Guardia Nacional en caso de “invasión extranjera” e insiste en que los estados particulares tienen ese derecho en caso de que el Gobierno federal no haga su trabajo. La agresiva postura de Abbott incluye el envío de más de 100.000 migrantes en autobuses a ciudades del noreste controladas por demócratas bajo falsas promesas de empleo para que los demócratas se ocupen del problema que los republicanos les culpan de haber creado.

La retórica de Trump sobre la limpieza étnica contra los migrantes y su llamamiento a una confrontación armada entre los funcionarios estatales y el gobierno federal refleja una estrategia militante y agresiva por parte de la extrema derecha. Los reaccionarios del Partido Republicano esperan que su retórica contribuya a alentar y solidificar su base, centrada en los sectores blancos, nacionalistas y en gran medida pequeñoburgueses de la población.

El imperialismo norteamericano se niega a reconocer su propia responsabilidad en la huida de millones de personas de América Latina y otras regiones semicoloniales hacia Estados Unidos. Mientras Estados Unidos implementa mayores obstáculos al cruce y la permanencia de inmigrantes, el capital económico norteamericano goza de grandes ventajas y privilegios en toda América Latina, donde sus fábricas, minas y plantaciones desplazan a comunidades enteras, explotan a sus trabajadores y destruyen los ecosistemas de los pueblos indígenas y otros pueblos latinoamericanos.

En el caso de Venezuela, de donde proviene gran parte de los solicitantes de asilo en Estados Unidos, las sanciones económicas impuestas por el imperialismo yanqui a la economía venezolana han incrementado la pobreza y la desesperación de su población. La política de sanciones de Estados Unidos no es, como dicen sus medios de comunicación, una estrategia legítima para desgastar a los regímenes autoritarios. Es más bien una política antiobrera que, en lugar de perjudicar a los gobiernos de turno, intensifica la inflación y el deterioro de las condiciones de vida de las clases trabajadoras de los países.

Al conocer la propuesta de Biden, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, al igual que los anteriores gobiernos títeres mexicanos, se sometió a la política impuesta por la Casa Blanca. AMLO aceptó la política de “quedarse en México” impuesta por Trump, en la que miles de migrantes fueron obligados a permanecer en el lado mexicano de la frontera, supuestamente para evitar que introdujeran el coronavirus en EE.UU. Desde entonces, AMLO ha acordado con Biden aceptar a miles de inmigrantes deportados de EE.UU., muchos de los cuales no son mexicanos ni tienen conexiones a ese país.

Estados Unidos intenta utilizar la frontera sur mexicana y el Estado mexicano para reprimir la inmigración procedente de Centroamérica, Sudamérica, el Caribe y otros lugares antes de que llegue a Estados Unidos, y el presidente mexicano lo cumple como socio menor del imperialismo yanqui.

Mientras la extrema derecha ejerce su influencia, su poder estatal y sus filas se movilizan contra los inmigrantes, los defensores de los derechos de los inmigrantes en Estados Unidos han expresado su preocupación por la aquiescencia de Biden a las demandas de los republicanos de políticas fronterizas más represivas. La campaña presidencial de Biden para 2020 prometió detener las deportaciones, reunificar a las familias y crear una vía sensata hacia la legalización. Pero, en lugar de eso, ha ofrecido a los republicanos las mismas propuestas que han estado pidiendo a gritos.

Por desgracia, los principales dirigentes de los derechos de los inmigrantes en Estados Unidos mantienen su carácter reformista, dependiendo de los políticos demócratas para conceder a los inmigrantes reformas parciales -como la Ley DREAM o DACA- que dan un respiro temporal a una minoría de inmigrantes mientras encarcelan y deportan a millones de otros.

El giro a la derecha de Biden en la política fronteriza es una oportunidad para que el movimiento por los derechos de los inmigrantes construya un polo independiente que pueda movilizar a todo el movimiento obrero, en alianza con los movimientos que luchan contra la opresión nacional, en defensa de los trabajadores indocumentados. Con un fuerte esfuerzo unido, podemos combatir la represión en la frontera, el encarcelamiento masivo y el abuso de los migrantes en los centros de detención, las leyes estatales y locales que criminalizan a los inmigrantes, y la falta de derechos políticos, mientras se libra una lucha a largo plazo por un mundo que ponga fin a la discriminación contra los trabajadores que se ven obligados por el capital a cruzar las fronteras nacionales para sobrevivir.

Foto: Migrantes cruzan a través de alambre de espino tendido a lo largo del Río Grande en Eagle Pass, Texas. (Camilo Montoya-Galvez)

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