Un dueño del petróleo afirma que los consumidores no pueden prescindir de los combustibles fósiles: una respuesta socialista

Por COOPER BARD

El 18 de marzo, en la conferencia CERAWeek de Houston, el director general de la compañía petrolera Amin Nasser (presidente de Saudi ARAMCO) afirmó que la transición lejos de los combustibles fósiles era una fantasía. Citó numerosas estadísticas que atestiguan la falta de penetración de las energías renovables en la economía mundial a pesar de las cuantiosas inversiones globales.

El argumento subyacente que Nasser presentó ante una audiencia de magnates de la industria energética y sus aliados es que los “8.000 millones de consumidores de energía” del mundo no pueden prescindir de los combustibles fósiles. Dio a entender, por tanto, que la gente no puede vivir sin la industria de los combustibles fósiles:
 “Deberíamos abandonar la fantasía de eliminar progresivamente el petróleo y el gas, y en su lugar invertir en ellos adecuadamente, reflejando hipótesis de demanda realistas”. Como las energías renovables han “fracasado”, indicó, la gente debería perseguir en su lugar la reducción de emisiones.

Como veremos, los argumentos de Nasser proporcionan en realidad motivos para rechazar el sistema capitalista de producción. Esta debe ser nuestra conclusión si aceptamos el hecho clave que Nasser parece olvidar: que el uso continuado de combustibles fósiles provocará la alteración del clima hasta el punto del colapso climático y, a su vez, el colapso de la civilización. La única reducción que satisface las necesidades de un planeta habitable para 8.000 millones de personas es una eliminación rápida de la producción de combustibles fósiles.

Los “supuestos realistas” de un capitalista

Para dar sentido a las declaraciones de Nasser, tendremos que pasar por un sofisma relativamente sofisticado. Sus “supuestos realistas sobre la demanda” incluyen el hecho de que los “consumidores” del Sur global tienen la demanda de energía que crece más rápidamente, pero son los que menos invierten en energías renovables. Nasser señala esto como un argumento para continuar la expansión de los combustibles fósiles:
 “Existe un importante potencial de crecimiento de la demanda en los países en desarrollo, donde el consumo de petróleo oscila actualmente entre menos de 1 y algo menos de 2 barriles por persona y año. Esto contrasta con los 9 barriles de la UE y los 22 de EE.UU. Es una razón importante por la que algunos predicen un crecimiento hasta 2045. … Sin embargo, a pesar de representar más del 85% de la población mundial, actualmente reciben menos del 5% de las inversiones destinadas a las energías renovables” (el subrayado es nuestro).

Dado que el Sur global tendrá necesidades energéticas crecientes, que hoy no están cubiertas, la única solución aceptable para los magnates del petróleo es encerrar a los pueblos de los países subdesarrollados y neocoloniales en sistemas que demandan combustibles fósiles ahora, para que los beneficios del petróleo fluyan después. Nasser señala el extraordinario consumo de combustibles fósiles por parte de la UE y Estados Unidos, hasta reconociendo que son las emisiones de los países fuertemente industrializados e imperialistas los principales impulsores de las emisiones a escala mundial. De hecho, la mayor parte de las emisiones del mundo proceden de la élite súper rica del Norte global; el 1% más rico del mundo es responsable de más emisiones que el 66% más pobre.

¿Por qué se invierte tan poco en energías renovables en el Sur? Porque la inversión en esas regiones están muy bajas en general, y lo que se inveierte se dirige con un carácter capitalista y a menudo muy explotador. Veamos un ejemplo en África. Estados Unidos, a través del AFRICOM, extiende sus operaciones militares a África, con al menos 60 bases y puestos avanzados en el continente. De este modo, Estados Unidos puede reforzar sus inversiones económicas (minería, prospecciones petrolíferas, etc.) y la venta de armas en la región, al tiempo que acorrala a los gobiernos dóciles en su esfera política. China gasta miles de millones de dólares en inversiones económicas en África, pero sólo como medio para garantizar la rentabilidad continuada de sus corporaciones domésticas, encadenando a África a una deuda de miles de millones de dólares. Francia y Gran Bretaña actúan de forma similar a estas otras dos potencias imperialistas.

En esencia, la inversión imperialista en África (y, de hecho, en todo el Sur global) se organiza sobre una base de explotación y dominación, tratando a la tierra y al pueblo africanos simplemente como recursos que extraer. Cualquier desarrollo beneficioso del continente sólo podría producirse sobre una base socialista.

Toda esta cuestión tanto del imperialismo como del ecologismo conecta con la cuestión de la creciente desigualdad global. Una política de la clase obrera se niega a asumir que la inversión en energías renovables ha fracasado, o está abocada al fracaso, ya que reconoce el escaso alcance de toda inversión para el bienestar de las personas. Es importante que consideremos el desarrollo no en el corto plazo del próximo trimestre, o en lo que es rentable desde el punto de vista tecnológico, sino basándonos en lo que la humanidad necesita realmente. El Sur global necesita menos imperialismo, menos capitalismo y menos deuda. El medio ambiente mundial necesita menos jets privados de lujo.

Confundir el capitalismo verde con la tecnología renovable

Sobre la inversión en renovables, Nasser afirmó 
”A pesar de que el mundo ha invertido más de 9,5 billones de dólares en la transición energética durante las dos últimas décadas, las alternativas no han podido desplazar a los hidrocarburos a gran escala. En la actualidad, la eólica y la solar combinadas suministran menos del 4% de la energía mundial. Mientras tanto, la penetración total de los vehículos eléctricos es inferior al 3%. Entre el 3% y el 4% no es nada, y acogemos con satisfacción los avances tanto de las energías renovables como de los vehículos eléctricos. Pero entre el 3% y el 4% tampoco lo es todo. En cambio, el porcentaje de hidrocarburos en la combinación energética mundial apenas ha disminuido en el siglo XXI, del 83% al 80%”.

La razón por la que la transición no se ha producido a escala es porque el sector energético está organizado para obtener beneficios para la clase capitalista, en lugar de ser nacionalizado bajo el control de los trabajadores y reorganizado para el beneficio público. El eje de la cuestión del cambio climático reside en la naturaleza de clase del sistema y en quién lo controla.

El hecho de que la producción y la distribución de energía estén dominadas por empresas petroleras y de gas del sector privado, que ejercen un peso extremo en la economía y en la política gubernamental, es un hecho que Nasser ignora convenientemente. Los gobiernos no han llevado a cabo una transición de emergencia planificada porque tal transición, aunque sea muy necesaria para la supervivencia y la prosperidad del mundo, sería anatema para las perspectivas de los capitalistas de la energía. Si uno prefiere llamarnos 8.000 millones de “consumidores” u 8.000 millones de “personas” podría ser una indicación de en qué lado de esta contradicción se cae.

Mientras tanto, el llamado “capitalismo verde” es una farsa. Los vehículos eléctricos se promocionan como una tecnología verde, pero los resultados no son extraordinarios. Por un lado, casi toda la red energética que necesitan los VE para cargarse sigue funcionando con combustibles fósiles. En segundo lugar, la producción de las baterías de los vehículos eléctricos es directamente perjudicial para el medio ambiente y no se pueden reciclar.

Además, como bien dice Nasser “La tercera realidad es que muchas alternativas en juego son simplemente inasequibles para la mayoría de la gente en todo el mundo”. Tesla es un ejemplo perfecto: empieza en 40.000 dólares el modelo básico y sube de precio hasta más de 200.000 dólares. Musk, fanático de la inteligencia artificial y carnicero del pájaro azul, ganó miles de millones con su proyecto de VE. La comercialización y venta de vehículos eléctricos al segmento más rico del Norte global no hace nada para que las energías renovables sean “asequibles” para la mayoría de la población mundial y sólo ayuda a Musk a hacerse increíblemente rico.

Desde los vehículos eléctricos hasta las plataformas petrolíferas, desde YouTube hasta Netflix, desde la inteligencia artificial hasta el amianto, en el capitalismo ninguna tecnología se desarrolla en beneficio de las masas. Su propósito es hacer muy rica a una minoría, sin que las posibles consecuencias sociales para los millones de personas que la sigan tengan ninguna importancia para los capitalistas y sus cálculos. Además, hacer una transición estructural a las energías renovables es imposible cuando las empresas privadas de servicios públicos prefieren el gas natural porque es más rentable.

El dominio continuado de las infraestructuras preexistentes impone limitaciones similares a la transición energética. Hacer que las energías renovables funcionen (y objetivamente debemos hacer que funcionen) exige el doble reto de renovar y transformar las infraestructuras existentes al tiempo que se desarrollan nuevas alternativas. Este es exactamente el caso de los vehículos eléctricos, que son inherentemente caros y derrochadores como opción social. Es una elección a la que nos vemos obligados debido a la prevalencia de carreteras y fabricantes de automóviles subvencionados por el gobierno, mientras que las mejoras del transporte público de masas carecen de fondos.

Las verdaderas soluciones a la catástrofe climática se ocultan tras las ilusiones del mercado. Las decisiones que toman las empresas privadas en un marco capitalista están al servicio de sus propios resultados y no de las necesidades materiales objetivas de toda la sociedad. 

Tratar de reducir esta conversación a una mera cuestión técnica es engañoso. El problema de la alteración del clima es un problema social y, como muchos otros problemas generados por el capitalismo, tiene soluciones revolucionarias. La respuesta no es aumentar la producción de combustibles fósiles. Debemos nacionalizar el sector energético bajo control obrero. Este sería un paso clave para emprender una profunda transformación social y lograr una transición de emergencia que pueda salvar nuestra especie y la vida en su conjunto. La verdadera “fantasía” de la que hablaba Nasser es la idea de que la humanidad continuará bajo el capitalismo; esa fantasía está destinada a desaparecer.

Ilustración: Vieja postal que muestra torres petrolíferas en Los Ángeles.

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