China vive días turbulentos de desafío al gobierno

Las protestas contra los confinamientos forzados y contra el gobierno se extendieron por China después de un incendio que mató a diez personas en Urumqi.

Por: Marcos Margarido

El incendio comenzó en el piso 15 de un edificio de apartamentos en la capital de la Región Autónoma Uigur de Xinjiang, en el extremo oeste de China. La región es escenario de luchas por la independencia, protagonizadas por los uigures, que prefieren llamarla Turkestán Oriental o Uiguristán. La demora de los bomberos en apagar el fuego llevó a la población a relacionarla con las dificultades creadas por las numerosas barreras instaladas en las calles para controlar el paso de personas en regiones bajo confinamiento por la pandemia del COVID, y también con la posibilidad de que las víctimas estaban encerradas en sus casas.

A pesar de las negativas oficiales, tales comentarios inundaron las redes sociales y los residentes salieron a las calles de la ciudad para protestar, y luego las protestas llegaron a las principales ciudades como Shanghái y Beijing. Y eso es totalmente comprensible. Después de casi tres años de restricciones, la experiencia de estar en cuarentena en casa con las puertas cerradas con llave, o incluso soldadas, y las salidas de emergencia de los edificios bloqueadas, es común para muchos chinos en todo el país.

El fin de semana del 26 y 27 de noviembre, miles se congregaron con velas y flores para honrar a las víctimas del incendio en lugares habilitados como altares, que fueron publicitados en las redes sociales, muchas veces de forma disimulada para tratar de burlar la represión policial, como la pregunta: «¿Alguien planea salir a caminar más tarde?» En las universidades, los estudiantes organizaron vigilias, donde sostuvieron pedazos de papel blanco, como protesta por la falta de libertad de expresión y de prensa. Esta también fue una forma de identificar si las personas reunidas eran manifestantes o policías vestidos de civil.

Protesta en una universidad. Las imágenes de manifestantes con hojas de papel en blanco se hicieron virales por el mundo.

De Shanghái a Beijing

Las protestas alcanzaron varias ciudades, como Korla y Urumqi (Xinjiang), Lanzhou, capital de la provincia de Gansu (oeste del país), Nanjing, capital de la provincia de Jiangsu (este), Hancheu, capital de la provincia de Chekyon (este a sudeste de Shanghái ), Wuhan, capital de la provincia de Hubei (China central), Chengdu, capital de la provincia de Sichuan (suroeste), Guangzhou o Cantón, capital de la provincia de Cantón (o Guangdong, sudeste de China), Shanghái, municipio administrativo autónomo (25 millones de habitantes, el más poblado en el país, al este) y Beijing, capital del país (nordeste).

Ciudades donde hubo protestas

Shanghái fue probablemente la ciudad donde las protestas se radicalizaron más políticamente. Mientras las consignas de los manifestantes giraban en torno a restricciones debido a la política de combate a la pandemia, como “No a los testes PCR, queremos libertad” o “No a los códigos de salud”, los manifestantes fueron más allá en Shanghái y pidieron que el Partido Comunista y su líder, Xi Jinping, entregasen el poder. La vigilia en la calle Urimqi, nombre de la localidad donde se inició el incendio, se convirtió en una protesta de centenas de personas que gritaban “¡Fuera!” cuando alguien gritaba «¡Xi Jinping!».

En otras ciudades, como Wuhan, la ciudad donde se originó la pandemia a finales de 2019, cientos han derribado las barreras que se habían puesto para evitar que la gente se moviera durante el confinamiento.

En la Universidad de Tsinghua en el noroeste de Beijing, donde a los estudiantes se les prohibió salir durante semanas debido a las restricciones del Covid, la manifestación exigió “Democracia y Estado de Derecho” y “Libertad de expresión”. Para evitar que las protestas se intensificaran, la rectoría de la Universidad anunció que ofrecería viajes aéreos y ferroviarios gratuitos para que los estudiantes pasen las vacaciones del Año Nuevo Lunar en casa, pero con mucha anticipación, ya que el feriado será el 22 de enero de 2023.

En Beijing también hubo una protesta el domingo por la noche, pero de menor dimensión, con unas cien personas, que se congregaron para encender velas y sostener hojas de papel blanco.

Protesta en Beijing, a orillas del río Liangma.

Represión selectiva

Hasta el lunes 28, el gobierno aún no había expresado su opinión sobre las protestas, que tuvieron lugar apenas un mes después del XX Congreso del Partido Comunista de China, que garantizó a Xi Jinping la continuidad de su poder dictatorial, que ya duraba diez años, con el nombramiento de personas de su absoluta confianza en los puestos claves del partido.

Durante sus dos mandatos, Xi Jinping arrestó a disidentes, encarceló a empresarios acusados ​​de corrupción, censuró las redes sociales y prohibió el funcionamiento de grupos independientes de derechos humanos. Pero lo más importante, identificó y eliminó, de diversas formas, a los dirigentes de protestas de trabajadores, campesinos y otros profesionales que luchaban contra los pagos atrasados, la pérdida de empleos o la pérdida de tierras.

Como siempre sucede cuando hay manifestaciones de masa en China, la policía observa y fotografía a todos los que considera dirigentes; los cuerpos de vigilancia rastrean y censuran las redes sociales para identificar a los posibles organizadores, eliminan fotos y filmaciones de las protestas y, entonces, ejercen una Represión selectiva, en silencio, donde las personas afectadas nunca van a juicio por alguna falta cometida, ni siquiera hipotética.

La gran duda, incluso del gobierno, es si las manifestaciones continuarán. Al fin y al cabo, la pandemia no puede ser reprimida por la fuerza policial, y si continúan las restricciones, así como el aumento de contagios y muertes que ya se está produciendo, la rabia acumulada contra la política burocrática y dictatorial de combate al COVID, basada en confinamientos sin ninguna discusión con la población; en delaciones de vecinos supuestamente con la enfermedad, por miembros del partido; con cierre de negocios locales sin ninguna compensación financiera a los pequeños propietarios, puede dar lugar a manifestaciones nuevas y más amplias.

Pero la política de combate a la pandemia no es el único motivo de las protestas, aunque sea el más evidente. Los efectos de esta política, como la quiebra de pequeños negocios, los despidos, la falta de alimentos, se combinan con la reducción del crecimiento económico, profundizado por las medidas de restricción vigentes, incluso en el sector de tecnología, generando despidos masivos, atrasos en los pagos y todo los males de una crisis económica en un país capitalista, bajo el gobierno de la dictadura de un partido que es comunista solo tiene el nombre.

La crisis económica y la pandemia

En la mayoría de los países, la pandemia ha provocado una reducción del crecimiento económico. En China no fue diferente. Después de una caída del PIB a 2,2 % en 2020, se produjo un fuerte crecimiento de 8,1 % en 2021, solo para registrar una nueva caída del crecimiento a 3,2 % en 2022, que puede ser incluso menor debido a la fuerte caída de la actividad económica en el último trimestre del año, que aún no ha sido computada.

De hecho, el crecimiento del PIB a 8,1% fue solo un respiro en medio de una tendencia general a la baja del PIB que ya venía ocurriendo antes del inicio de la pandemia, provocada principalmente por la reducción de inversiones en la economía productiva (todas las inversiones iban para el mercado financiero), debido a la caída de la lucratividad en la llamada economía real.

China, por ejemplo, pasó de tasas de crecimiento de 10% en media durante toda una década, llegando a 14,2% en 2007, a experimentar un crecimiento por debajo de 7% a partir de 2015, que, aunque muy por encima del promedio mundial, es insuficiente para sostener las necesidades. de la economía china, basada en la inversión extranjera directa y las exportaciones intensivas.

Solo el sector de las llamadas big tech (empresas de alta tecnología, como las cinco más grandes: Amazon, Google, Facebook, Microsoft y Apple) ha tenido un crecimiento sostenido en los últimos años, pero ahora también enfrenta una crisis económica –todavía inexplicable para los economistas burgueses–. Ha habido una caída de 50% de la lucratividad en los últimos cinco años, una caída de 30% en la bolsa de valores NASDAQ en el último año, y el despido de más de 45.000 trabajadores en este mismo período. Solo la Alphabet (Google), Amazon, Apple y Microsoft juntas perdieron $ 2 billones en valor de mercado en el último año.

Esta situación también afecta a China, cuyo sector de alta tecnología está compuesto principalmente por multinacionales, como las mencionadas anteriormente, que mueven su producción para aprovechar el precio más bajo de la fuerza de trabajo china. Este sector está fomentando los despidos debido a la caída de la producción, algo impensable hace unos años. Pero también está, simultáneamente y con la colaboración del gobierno, aumentando el ritmo de trabajo de quienes permanecen empleados, incluso durante las restricciones por la pandemia.

El gobierno chino ha encontrado una solución simple al problema. Cuando se detecta a alguien infectado en una fábrica, esta se somete a confinamiento con todos los empleados adentro, y se les prohíbe salir del lugar, incluidos los infectados, que siguen trabajando con normalidad. Esto es lo que sucedió en una fábrica de la Foxconn en Zhengzhou, provincia de Honan, la semana anterior a las protestas relatadas.

Rebelión en la Foxconn

Sigueun relato basado en el sitio web del China Labour Bulletin [Boletín Laboral de China] (clb.org.hk). El crecimiento de los casos de COVID en Zhengzhou (12,5 millones de habitantes, en China central), donde se encuentra la fábrica de la Foxconn, llevó a la empresa a aplicar un confinamiento el 13 de octubre, con prohibición de salida para todos los empleados, excepto hacia sus dormitorios, que estean ubicados en la propia fábrica. El objetivo era mantener la producción del iPhone 14 en este período de pico de producción.

Los testes se realizan repetidamente, pero incluso los empleados infectados se ven obligados a seguir trabajando. Los trabajadores manifiestan su voluntad de abandonar la fábrica a partir del 28 de octubre, pero no consiguen utilizar el transporte público colectivo, debido las restricciones del confinamiento. De hecho, se encuentran recluidos en prisión privada, en situación análoga a la de la esclavitud. Aun así, miles deciden huir a pie, en lo que son auxiliados por trabajadores de fincas cercanas.

Tras la huida, la Foxconn anuncia la reanudación paulatina de la producción (y también un retraso en la entrega de las encomiendas). Para eso, promete pagar un bono diario de 400 yuanes para quienes se queden, además de un bono de 15.000 yuanes para quienes no falten al trabajo durante el mes de noviembre. El gobierno de Henan aprueba las medidas y lanza una campaña de reclutamiento. Atraídos por las bonificaciones, se presentan alrededor de 100.000 trabajadores.

Sin embargo, la política de confinamiento forzado y de trabajar infectado continúa y el pago del bono no se produce como se prometió, lo que provoca el motín de los trabajadores el 23 de noviembre. Se toman imágenes que muestran a trabajadores enfrentando a la policía, que usa ropas blancas de protección contra la Covid-19, disparando granadas de gas lacrimógeno, cañones de agua, y promviendo la represión física, causando heridos y realizando detenciones.

Para acabar con las protestas, la fábrica promete una indemonización de 10.000 yuanes para quien renunciara.

Esta es la forma que utiliza el gobierno capitalista de China para apoyar la producción de las multinacionales a toda costa, es decir, a costa de muertes, enfermedades y encarcelamiento de trabajadores. Por supuesto, la que verdaderamente manda, Apple, hizo una declaración. En medio de protestas, despidos, infecciones, trabajo forzado, represión, etc., declaró que «garantizaría tanto la salud de los trabajadores como la producción segura». La desfachatez no tiene límites.

Las protestas y el futuro de China

La política de la dictadura china para combatir la pandemia se encuentra en una encrucijada. Si continúa con la orientación actual, seguramente aumentará la ira de la población que, como los trabajadores de la Foxconn, son mantenidos en cárceles privadas en sus propios hogares. Si se reducen las restricciones, habrá un aumento vertiginoso de casos, en un país donde la vacunación no es obligatoria y el sistema hospitalario no soporta una tasa de infectados similar a la del Brasil, por ejemplo, que causó más de 600.000 muertes. Recordemos que la población de China ronda los 1.300 millones de habitantes, seis veces la población del Brasil. La vacunación no obligatoria en China es una política inexplicable desde cualquier ángulo que se evalúe, con excepción del ángulo del desprecio absoluto por la población.

A esta encrucijada se suma la reducción de la actividad económica, con la posibilidad de una gran crisis económica importante. Estos dos problemas combinados, si se potencian, pueden llevar al país a la recesión, la primera importante desde la restauración del capitalismo en China.

Esto demuestra que incluso la dictadura más arraigada, cuyos partidarios –repartidos por todo el mundo en la figura de partidos estalinistas y castrochavistas– se jactan de su poder de control de la economía, no consigue domar las crisis cíclicas del sistema capitalista. Y mucho menos podrá controlar la acción de la clase obrera más numerosa del mundo cuando esta decida que ha llegado la hora final para estos multimillonarios disfrazados de comunistas.

Traducción de portugues: Natalia Estrada.

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