México: un día en Ayotzinapa

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Escrito por  Diana Sady Colín García
 

A un mes de lo sucedido en Ayotzinapa, la vida la Normal Rural “Isidro Burgos” trata de rehacer su vida cotidiana, aunque con muchos esfuerzos para los jóvenes que viven dentro de sus instalaciones,
pues desde el comienzo de las pesquisas que se han hecho por encontrar a los 43 desaparecidos, el gobierno de Ángel Aguirre, el ahora ex gobernador del Estado de Guerrero (desde el viernes 24 de octubre) les ha quitado el subsidio, por lo que actualmente subsisten casi en su totalidad del apoyo de la gente.
Universidades del Distrito Federal como la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Autónoma Metropolitana y la Universidad Iberoamericana, además de la Universidad de Chapingo, por mencionar algunas, han hecho grandes esfuerzos por llevarles acopio a los normalistas hasta las puertas de Ayotzinapa. Alimentos enlatados, galletas, café, jabón, toallas sanitarias, cepillos de dientes, pañuelos desechables, son algunos de los productos que les han enviado y que forman montañas en la planta baja de su biblioteca, ya que la misma se ha destinado para guardar los víveres.
“Hemos quitado algunos estantes de libros y mesabancos; el apoyo de los demás estudiantes del país nos está ayudando mucho en estos momentos tan difíciles”, comenta Elisa, una joven normalista procedente de Chilpancingo, capital del Estado de Guerrero.
Si no fuera por la desaparición de los 43 normalistas los días 26 y 27 de septiembre y por la presencia de las Guardias Comunitarias, que resguardan día y noche la institución, se podría decir que la vida en la Normal transcurre de manera tranquila en el día, los normalistas consultan su Facebook en el pequeño café internet con puertas de madera y techo de láminas, que queda a las puertas de la escuela; lavan su ropa y la ponen a secar en los múltiples tendederos que abundan en el patio de la normal, o simplemente colocan la ropa en las marquesinas de las ventanas. Rara vez se ve una camisa, blusa, falda o pantalón nuevos, la mayoría son prendas de vestir viejas.
Varias veces al día entran camionetas pertenecientes a padres de familia, llevan alimentos para sus hijos, que se distribuyen en el patio central, uno de los lugares donde acostumbran comer los estudiantes mientras decenas de perritos mestizos esperan las sobras pacientemente.
El comedor principal es amplio, la comida que se reparte allí es gratuita y se sirve a las cuatro de la tarde; los estudiantes comen bajo las miradas de Federico Engels, Karl Marx y Vladimir I. Lenin pintados en uno de los murales que tienen en el recinto.
Desde el comedor se pueden ver las milpas que cultivan los estudiantes y los maestros para la manutención de la Normal; en la entrada principal de este lugar se estaciona uno de los camiones pertenecientes a la escuela, en él, los normalistas salen a hacer sus prácticas a las comunidades más retiradas del Estado de Guerrero.
Los pasillos y patios están llenos de estudiantes, algunos presumen de tenis nuevos, otros repasan sus apuntes, en una esquina se ve a un alumno curando a otro con ayuda de los ángeles, de vez en cuando un chico y una chica intercambian miradas cómplices y se sonríen mutuamente, pero no se ve a alumnos besándose en el interior, todos se encargan de mantener un comportamiento apropiado.
Algunos estudiantes se dedican al mantenimiento de los murales que adornan las aulas y dormitorios de Ayotzinapa, en todos ellos abundan las consignas revolucionarias y las figuras del Sub Comandante Marcos, de los guerrilleros Lucio Cabañas, Genaro Vázquez y el Che Guevara.
La Normal es una escuela grande, limpia pero deteriorada; en ella se alberga a cientos de estudiantes, entre hombres y mujeres, provienen de las comunidades más pobres de Guerrero, Oaxaca, Puebla e incluso del Estado de Tlaxcala, todos ellos buscan en la educación mejorar sus condiciones de vida y, por supuesto, educar a los niños más pobres de México bajo un programa crítico y humanista.
Pero las apariencias engañan, toda esta aparente tranquilidad se ve irrumpida en los rostros de los mismos normalistas a quienes se les ve cansados, preocupados y dolidos por el destino de sus 43 compañeros. En toda la normal abundan carteles, mantas y pintas en los que demandan la aparición con vida de sus compañeros ausentes, no los olvidan y nunca lo harán, como afirma Elisa.
Así viven los alumnos que la prensa oficialista en México ha catalogado como cómplices del narcotráfico, más en concreto del grupo delictivo de “Los Rojos” enemigos jurados de “Guerreros Unidos”.
La prensa y el caso Ayotzinapa
Por otra parte, la opinión de los guerrerenses está dividida, en Ayotzinapa la gente está inconforme con los gobiernos estatal y federal, manifiesta con facilidad su repudio al ex gobernador Ángel Aguirre a todo el visitante nacional o extranjero que coma en las fondas de los alrededores. En Chilpancingo, capital del Estado de Guerrero, las cosas son diferentes pues muchos habitantes son de la opinión de que los estudiantes provocaron lo sucedido por su mal comportamiento y los mismos estudiantes de la Universidad Autónoma de Guerrero se han mantenido al margen de los acontecimientos.
El día sábado 25 de octubre, la prensa mexicana como Televisa, TV Azteca y la internacional Univisión, informaron sobre el saqueo a Bodega Aurrerá, un supermercado ubicado en la ciudad de Chilpancingo; la prensa y presuntos testigos afirmaron que se trataba de normalistas y profesores.
Las cámaras de los reporteros se ubicaron hacia una mujer embarazada de cuatro meses que había sufrido una crisis nerviosa y se preocupaba por la vida de su bebé, también entrevistaron a una mujer que decía claramente: “Yo ya le tengo más miedo a los estudiantes y a los maestros que a los delincuentes”. La misma propaganda utilizada en 1968 contra los estudiantes universitarios, se repite en pleno siglo XXI bajo el gobierno de Enrique Peña Nieto.
“Los estudiantes que salen a protestar, que siguen las averiguaciones de los compañeros desaparecidos y que cierran carreteras, se han pagado pasajes y comidas porque sus padres han vendido sus vacas, de allí sacan el recurso”, comenta Elisa.
En la rueda de prensa y en la junta interna que organizó la asamblea de Ayotzinapa el día viernes 24 de octubre, entre su desplegado de acciones no se acordó saquear los centros comerciales; en sí, no hay una razón concreta para que los normalistas y los profesores cometan este tipo de actos.
Ayotzinapa ya estaba en la mira de Ángel Aguirre
En 2011 Ayotzinapa tuvo un conflicto con el gobernador Ángel Aguirre por la muerte de 2 compañeros –Jorge Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverría de Jesús–, quienes se manifestaban en Chilpancingo para exigir la mejora de las condiciones de la normal y la construcción de un edificio nuevo para albergar a más estudiantes. Los normalistas desataron una ola de protestas pidiendo justicia para sus compañeros asesinados.
Las protestas de los estudiantes de Ayotzinapa llegaron hasta la capital mexicana; sin embargo, esto no tuvo mucha repercusión en la sociedad mexicana.
Ayotzinapa y la Reforma Educativa
Quizá la respuesta más cercana que explique el móvil contra los estudiantes normalistas es que ellos representan un obstáculo para la Reforma educativa, lo que se enseña en estas escuelas es una educación adaptada a las necesidades del campesino, una educación para que los niños más pobres estén preparados no sólo para subsistir sino también para superarse, todo esto con una formación crítica, razonada y humanista de su entorno.
Mientras la Reforma Educativa trata de instaurar capacitación mas no educación, competencias mas no trabajo colectivo, las normales rurales conservan un fuerte sentido de comunidad a pesar de sus carencias, pues a menudo les faltan materiales didácticos para las prácticas, talleres, pasajes y comida. El apoyo con que cuentan los estudiantes en su interinato es de 45 pesos diarios para comidas, material y pasajes. De ese recurso, deben apartar 15 pesos para poder comer el fin de semana, pues esos costos no están cubiertos por la escuela.
Los estudiantes de otras normales subsisten con 30 o 35 pesos, por lo que Ayotzinapa tenía una posición relativamente privilegiada. Tales carencias hacen que todos, sin excepción, se vean en la necesidad de botear o trabajar la tierra para poder subsistir. Pero eso no les importa, como afirma Carlitos Ayala, un joven ayotzinapo de mirada serena y cuerpo menudo, no tendrá más de veinte años y ya se va quedar por tiempo indefinido en el D.F. para seguir informando sobre lo sucedido: “estamos dispuestos a trabajar para sostener nuestros estudios; son más los que no pueden ingresar a la rural por falta de recursos; somos afortunados”.
“En la reforma educativa que se hizo a las normales en 2012 quitaron los libros de Marx y de Lenin, pero nosotros los seguimos leyendo, preferimos eso a ver telenovelas”, comentó Dante Hernández.
Las Normales son el último reducto en el país de la educación socialista, herencia de los movimientos obreros mundiales y de la Revolución Mexicana.
A pesar de las condiciones en que se encuentran las Normales, para Dante y Carlitos es obvio que el gobierno quiere acabar con ellos no sólo por su historial de lucha sino por la influencia que los normalistas tienen en las poblaciones más humildes, pues cuentan con la simpatía de un gran número de campesinos.
“No es la primera vez que el gobierno nos castiga, allí está el ejemplo del Tiripetío Michoacán, en 2012; saquearon la Normal (los policía estatales), humillaron a los estudiantes, violaron a algunas compañeras y destruyeron el edificio”; aunque Dante habla de forma tranquila, sus ojos brillan de rabia.
Y es que las agresiones contra los normalistas ya se venían dando desde hace años, pero nunca en una escala tan terrible como la del 26 de septiembre; el futuro es incierto y los costos políticos son muy altos para el gobierno de Peña Nieto, por ya no hablar de Ángel Aguirre y el minúsculo edil José Luis Abarca.
¿Eran narcos o paramilitares?
La mutilación del rostro y de los ojos del estudiante Julio César Mondragón, mejor conocido como El Chilango, ha sido una de las mayores crueldades que el sistema político mexicano ha cometido contra la sociedad civil, con este acto tan abominable; las autoridades mexicanas han tratado de inculpar al grupo de supuestos narcotraficantes “Guerreros Unidos” como los causantes del asesinato y la desaparición de los 43 normalistas.
Incluso bajo esta excusa, el mismo gobierno –con ayuda de la prensa oficial–ahora trata de inculpar a los normalistas como cómplices de los enemigos de “Guerreros Unidos”: el cártel de “Los Rojos”, y rebaja a los estudiantes al grado de delincuentes, como lo afirma la declaración de este supuesto sicario, en una entrevista realizada por el periódico Reporte Índigo el día 20 de octubre de 2014:
Cuando llegaron los ayotzinapos (a Iguala) hicieron detonaciones de armas de fuego al aire, yo me encontraba afuera de la iglesia de San Francisco y la gente comenzó a correr para refugiarse por todos lados, y los Ayotzinapos empezaron a robar carros, entre los que recuerdo una CVR negra, varios taxis, otros corrieron para el autobús, otros para el mercado y otros para la “Estrella de Oro… La orden fue a atraparlos. Halcones, sicarios y municipales comenzaron la cacería de normalistas. Cerca de la media noche a través de sus radios reportaron que “El Choki” tenía en su poder a algunos ayotzinapos y que se iba a “jalar pal cerro”.
Estos fragmentos son parte de la declaración que hizo a la PGR Martín Alejandro Maceda Barrera, alias “El amarguras”, presunto sicario perteneciente al grupo “Guerreros Unidos”; dicha información ya circula por varios medios de comunicación a pesar de que tiene varios puntos turbios y contradictorios.
Aunque el periodo de 2006 a 2010, las revistas Proceso y Contralínea reportaron la inserción de elementos del ejército en varios grupos delictivos, de hecho, se sospecha que el Cártel de los Zetas, tan célebre por su violencia, fue formado por ex-militares pertenecientes al GAFE y con antiguos kaibiles procedentes de Guatemala, ambos grupos con entrenamiento militar especializado en el terror. Ahora bien, los cárteles manejan este tipo de métodos para afianzar su poder mutuamente, puesto que se enfrentan ante iguales, por eso, con la sociedad civil se siguen otros métodos de amedrentamiento “menos agresivos”.
Los motivos anteriores descartan que pudieran ser militares infiltrados en el narco, pero no que se trate de paramilitares; de hecho, el terror ejercido por medio de la mutilación hacia los civiles es característico de este tipo de grupos.
El Estado de Guerrero ha sido célebre por los múltiples grupos de paramilitares que operan a lo largo de dicho territorio, y que su aparición se remonta a poco antes de las guerrillas encabezadas por Genaro Vázquez y Lucio Cabañas en los años 70´s, [que] se dedicaban a secuestrar, saquear y mutilar a las poblaciones simpatizantes de los guerrilleros.
Probablemente los 43 desaparecidos sean otro ataque de dichos grupos, de carácter privado.
La marcha de las antorchas
El día miércoles 22 de octubre se convocó a una marcha en la Ciudad de México y en otros Estados del país; la finalidad era manifestar la inconformidad por lo ocurrido en Ayotzinapa. Tan sólo en el Distrito Federal se calculó una participación de 50 mil a 70 mil asistentes.
Universidades públicas y privadas, académicos, organizaciones civiles y las clases medias se manifestaron contra la labor del gobierno de Enrique Peña Nieto ante esta problemática tan delicada. La rabia y el dolor se veía plasmada en el rostro de los manifestantes.
El contingente salió del Ángel de la Independencia al Palacio Nacional. En la calle Cinco de Mayo tres encapuchados armados con palos y un martillo de escalar rompieron los vidrios de un banco, la gente les tomó fotos y los manifestantes gritaron desconocerlos. Fuera de este incidente la marcha siguió su curso hasta llegar al Zócalo, en el que los padres de los desaparecidos manifestaron su angustia y desesperación por no encontrar a sus hijos.
En todo el evento no se hizo alusión a “Guerreros Unidos”, el narco en Guerrero se identifica más con el gobierno estatal que con los pequeños cárteles, en ningún momento se mencionó a los Beltrán Leyva.
Si el montaje de Guerreros Unidos se cae por falta de credibilidad, como puede suceder de un momento a otro, es probable que pronto rueden más cabezas de funcionarios guerrerenses y de esta manera, el gobierno de Peña Nieto querrá cerrar el caso de Ayotzinapa, pero es probable que esto no obtenga el resultado esperado de tranquilizar las protestas sociales. El golpe contra los normalistas fue duro e innecesariamente violento, esto no sólo lo sabe la ciudadanía mexicana sino también la gente de Europa y América Latina que han dado muestras de apoyo a este país.
Ayotzinapa en corto plazo representará un elevado costo social, político e internacional para Peña Nieto.

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